La alta población carcelaria está fuertemente relacionada con delitos relacionados con el consumo de drogas. Se estima que alrededor del 65% de los presos padecen algún trastorno por consumo de drogas, mientras que otro 20% estaba bajo la influencia de sustancias cuando cometieron el delito que los llevó a prisión. Investigaciones han demostrado que el tratamiento integral para el consumo de drogas durante la encarcelación puede reducir tanto el consumo como la reincidencia delictiva al reintegrarse a la sociedad.
El tratamiento dentro de las cárceles es crucial para disminuir los índices delictivos y otros problemas sociales relacionados, como la recidiva, la desintegración familiar y la pérdida de productividad laboral. Sin embargo, el acceso a un tratamiento adecuado es limitado y, en muchos casos, insuficiente, lo que contribuye a un aumento en las sobredosis y muertes post-liberación, especialmente entre los presos con trastornos por consumo de opioides.
Para que el tratamiento sea efectivo, debe iniciarse en la cárcel y continuar en programas comunitarios tras la liberación. Esto es vital para prevenir recaídas y facilitar la reintegración social. Sin embargo, solo una pequeña fracción de los presos recibe el tratamiento necesario, y la falta de apoyo continuo agrava el riesgo de sobredosis y reincidencia. Estudios indican que el uso de medicamentos para tratar la adicción en la cárcel puede reducir significativamente el consumo de drogas, la criminalidad y las muertes por sobredosis tras la liberación.